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Mostrando entradas de noviembre, 2013

Metáfora cortesía de Poe, Cortázar y Stanley

Hoy, en Cronopios Times , Stanley Luna compara "La caída de la Casa Usher", de Edgar Allan Poe, con "Casa tomada", de Cortázar, y sugiere que: "'Ellos'  – los que se han tomado la casa del cuento de Cortázar –  pueden ser también las preocupaciones o temores de los que padece el personaje del cuento de Poe, temores que pueden llegar a matar". La interpretación de Stanley me agarró desprevenido por completo, y me hizo pensar: la "casa tomada" es uno mismo. Los miedos, y tantas cosas que no son yo, pueden llegar a ocupar todo mi espacio interior, mi atención, mi energía, y a echarme. Cortázar es uno de mis autores favoritos porque me da muchas oportunidades de hacer metáforas. Cuentos como "Una flor amarilla", "Lugar llamado Kindberg" o "Diario para un cuento" me han servido de espejo en más de alguna ocasión, y me han hecho que me detenga un rato y me diga: Hey, este sos vos, este podrías llegar a ser vos

Frente a dos pinturas del infierno

Hoy, en Cronopios Times , Sofía Penado hace una comparación entre Pedro Páramo y A puerta cerrada . Lo que ella sostiene es que ambas obras tratan sobre lo mismo: sobre el infierno. Retomo su enfoque de los personajes. Ella dice que, en ambos libros, los personajes no son "entes libres, capaces de elegir algo diferente para ellos mismos"; que viven en el infierno porque tienen puesta su felicidad en las acciones de los otros. Estas maneras de entender la libertad y la felicidad, yo las comparto.  Me explico sobre cada una. La concepción de la libertad que heredamos del Romanticismo es la de "hacer lo que uno quiera". Creo que ese concepto fue necesario durante los últimos siglos, pero también creo que, ahora, podemos llevar el juego a un nivel más avanzado, a un grado mayor de dificultad, y podemos, sin ningún problema, sin que nada se pierda, cambiar el criterio para decidir quién es libre. Y el nuevo criterio, el de esta época de posibilidades cada vez mayores

El niño que hemos olvidado

De niño, mi mamá me leía cuentos. En mis clases de redacción asigno leer Cuentos de cipotes , y sé que lo ético es que uno nunca asigne un libro que no ha leído, pero con ese libro rompo la regla: yo sólo le he leído un par de cuentos, a lo mucho unos tres, pero lo conozco completito, y hasta me sé muchas frases y fragmentos, porque mi mamá me lo leyó. Era el rito de las noches: antes de dormir, por lo menos un cuento. Los de Mi libro encantado o los de Cuentos de cipotes . Vuelvo a mi cuarto de niño y allí estamos mis hermanos y yo alrededor de mi mamá, que modulaba la voz para leer, nos enseñaba los dibujos cuando pasaba las páginas (porque esos eran cuentos con todas las de la ley: ilustrados y a todo color) y muchas, pero muchas veces, no nos leía uno o dos cuentos, no. No sé si sea mi impresión, pero había noches que nos desvelábamos cuento tras cuento tras cuento hasta que ella, mucho más que nosotros, era la que iba cayendo dormida. Estas últimas semanas, mis alumnos de lite