Estudio de astronomía durante la cuarentena

Comparto este poema esperando poder dar belleza y ánimo.


Photo by Adrian Pelletier on Unsplash

Estudio de astronomía durante la cuarentena


the journey-work of the stars
—Walt Whitman

And here, watching the journey of the stars at night,
learning the constellations of Zodiac—
they have always been there, and I only knew two:
Taurus, with his eye named Aldebaran,
and Scorpius, a symbol
of my way of being,
a symbol of my path through the days of this life.

¿Por qué a veces empiezo un poema en inglés
y después lo sigo en español? No tengo idea. Ahora vienen
a mí esta pregunta
y la absoluta no necesidad de responderla.
Me dejo llevar por la música.
Esta y así es mi mente.
Estos son el sonido y el canto de estas olas. 
Y celebro mi música escribiéndola:
abriéndole la puerta de par en par a las palabras,
que no son mías, sino que son de todos,
que son la música común humana.

Ahora, en esta cuarentena mundial,
he regresado a mi casa y en las noches despejadas
sigo aprendiendo las constelaciones
—un estudio que comencé de niño
y que interrumpí por muchos años—
y los nombres de las estrellas 
que en lo alto son luz y viajan.

No sé decir mi asombro por estar vivo y poder ver estas cosas.

Estoy de vuelta en mi casa y puedo ver las estrellas
—en mi cuarto de alquiler en San Salvador no puedo—
y escucho las chicharras, esos seres que este año
de pronto se encuentran libres de nuestro ruido y locura
y se dedican a ser, a sólo ser lo que son,
y cantan libremente en su tiempo del año.

And words just come and go, they don’t belong to me.
Supongo que si hubiera lugar en esta casa
haríamos una pequeña fogata recordando
nuestro tiempo de scouts, la flor roja del fuego,
que nos ha convocado ya por miles de años
a un lugar seguro cuando ya es de noche,
a un lugar de encuentro tras la vida del día,
a un lugar de misterio y de magia y asombro,
al lugar y al tiempo
de las historias.
Seres de cuentos somos, 
Homo mithologicus.

Las palabras sólo vienen
y van. Son como el viento.
Como hojas en el viento
y pájaros, las palabras.
No saben de fronteras
de la tierra o la mente.
Son igual que la vida:
presentes
y misterio.

Soy sólo un ser humano que a esta hora presencia
la gran ola del tiempo sobre todos nosotros,
y en medio de esta ola de dolor y de muerte,
de incertidumbre y miedo,
de silencio
y esperanza,
recibo estas palabras
y las doy:

«Hemos estado ciegos, perdidos, desgarrados».

«Abre paso a la luz, esta es la hora».

«En nuestro corazón está el destino».

Tú que me lees, mira: este es el momento,
llamada fuerte y clara a cada ser humano
para ir hacia adentro.
Y tú eres capaz, porque eres humano
—Somos herederos de la eternidad, dice Shakespeare—.
Somos el Universo despierto y aguardando
detrás de nuestros párpados.
Y tú puedes tocar
y puedes sumergirte
en esta agua de renovación
en cualquier hora en que la busques.
Justo ahora, por ejemplo.

No reclamo poseer ninguna sabiduría
más que la sabiduría de la tierra que somos,
más que la sabiduría y el amor de las estrellas,
del polvo de estrellas que late en nosotros.

Polvo de estrellas, nuestra esencia física...
¿Y sólo esencia física?, pregunto.

Miro hacia las estrellas y pronuncio 
—ayudado por una aplicación—
sus ancestrales y modernos nombres
en esta noche del mundo.


Mario Zetino
27 de marzo de 2020

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