Una tarde con los autores de ConTextos


Hace dos semanas fui invitado por ConTextos a un conversatorio con participantes de uno de sus talleres de escritura creativa, y quisiera compartir algunas de mis impresiones. (Me he tardado en publicar esta nota, pero no quería dejar de hacerlo).

El taller de escritura es parte del programa Soy Autor que desarrolla esta ONG, y se llevó a cabo en uno de los Centros de Alcance de Apopa entre noviembre del año pasado y febrero de este año. Su objetivo es que los participantes experimenten el proceso de escritura y escriban una memoir: una narración de una experiencia de sus vidas.

El grupo estaba formado por unos diez participantes, jóvenes de la comunidad entre los 10 y los 17 años. Era, como puede verse, un grupo variado en experiencias e intereses, y también inclusivo, pues había dos muchachos con algunos problemas de habla, ¡pero sólo de habla!, pues chistaban como todo mundo, y uno de ellos andaba allí jugando basketball. Un grupo de trabajo muy interesante, pues.

La sesión a la que asistí era la sesión final del taller. Todos habían escrito ya su historia, la habían ilustrado (algunos con ilustraciones propias, a mano) y ese día estaban trabajando en los últimos detalles: elegir la ilustración de la portada y la disposición de la imagen y el texto en ella, dibujar un símbolo propio para las guardas, revisar algún punto específico que la facilitadora señalara. Era la sesión final, pero una sesión de trabajo en regla: de escribir, dibujar, componer, discutir, revisar…

Pero eso no quiere decir que el ambiente fuera serio; por el contrario, era de celebración. La sesión final de estos talleres incluye la celebración por el trabajo terminado, y antes de que los participantes pusieran manos a la obra, compartimos pizza, pastel y plática.

Aquí se me pidió que contara cómo había llegado a ser un autor y cómo es la vida de un escritor. Y mientras respondía, pasé ejemplares de mis libros publicados para que el grupo los viera, y me sentí muy satisfecho de que más de alguno no sólo hojeó algún libro, sino que se tardó en pasarlo, se detuvo en una página, y luego en otra…

Y yo conté mi historia y mi experiencia: cómo comencé a escribir a los 15 años, y cómo entiendo y practico la escritura como algo cotidiano, como algo que hago a diario. Hablar de estas cosas siempre es chivo, y más con gente así, con quienes empiezan. Esta gente y estas pláticas me dejan una sensación de maravilla.

Y ellos preguntaron. Uno de los muchachos, por ejemplo, me preguntó cuál era el texto más loco que había escrito. Yo le respondí contando la historia detrás de uno de mis poemas, y así, sin darme cuenta, había compartido algo muy mío: le había contado una de mis historias a un grupo de autores que habían escrito sus historias.

También, en la despedida, una muchacha me dijo que ella soñaba con ser escritora algún día, que ya había escrito el texto del taller y además llevaba un diario, pero que a veces pensaba que era algo muy difícil, que ella tal vez no tenía lo necesario, que la vida allí es muy difícil y que para qué, que tal vez no valía la pena que ella estuviera soñando con eso; pero que, al oírme, yo la había inspirado, y que veía que sí se podía. Y yo le dije que claro que sí se puede, que para ser escritor lo necesario es escribir; que siguiera, que todo lo demás surge de y viene después de escribir. Yo creo en que las cosas son así, y me conmovió que lo que yo conté animara así a alguien.

Esta muchacha había dicho cuando me presentaron en la mesa: “¡No sabía que estaba sentada a la par de un escritor de verdad!”. “Bueno”, contesté yo, “yo estoy sentado en un círculo de escritores”. Y así es como yo veo las cosas y se las ando contando a todo el que puedo: que la escritura es propiedad y patrimonio de todos; que es una forma de ser creativos (una de las muchísimas formas de ser creativos) y que todos, por el hecho de ser humanos, somos creativos: todos tenemos la capacidad y el impulso de crear. Así, quien se pone a escribir está siendo escritor. Y se puede, y se debe, escribir muchísimas cosas: cartas de amistad y de amor y formales; correos y notas de todo tipo; poemas y novelas y textos técnicos; artículos para periódicos y revistas y artículos científicos; posts de blogs y de Facebook; aforismos, twits y memes; buenos hermosos y disfrutables chats. Y un larguísimo etc.

¿Cómo se hace todo eso? Todo, todo eso lo hacen escritores: personas que se ponen a escribir, personas que escriben para sí o para otros, y cuyos textos tienen un efecto innegable en la vida propia y en la de los demás, incluso en la de una sola persona.

ConTextos, una ONG creada en el país en el 2011, motiva a la lectura y enseña escritura creativa para fomentar la curiosidad, el pensamiento crítico, el diálogo y las habilidades para resolver problemas. Su programa Soy Autor ha sido desarrollado en escuelas y centros penales, y en esta ocasión, en Centros de Alcance: es decir, se ha ampliado hacia la comunidad. A los participantes de este taller, sus facilitadores los llaman autores, y con mucha propiedad. Son personas que se han animado y atrevido a contar sus propias historias, a compartir y trabajar con otros en la creación de textos, a conocer sus propias palabras y a seguir diciéndolas, escribiéndolas. 

***

Invito a conocer más de ConTextos y de cómo se los puede apoyar visitando su página web (http://www.contextos.org/es/) y su página de Facebook. Su trabajo vale muchísimo.

*Imagen tomada de la página de Facebook de ConTextos.

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