L'anniversaire
En el camino circular del tiempo,
vas a llegar de nuevo
a esa piedra grabada con un número
a un lado del camino
incluso de un día que cambió
el rumbo de tu vida.
Estoy junto a esa piedra
—es una piedra blanca—
y recuerdo
algo que me dije entonces:
«Este es un buen día
para que vuelva a comenzar el mundo».
Recuerdo
una puerta dorada abriéndose.
¿Que ese tiempo nuevo
se acabó?
Como todo, por supuesto, como todo.
Debemos aprender la vida de las cosas.
Pero ese final no significa
que ese tiempo haya sido en vano.
La vida sí volvió a comenzar;
un antes y un después definitivos
a veces nos suceden.
Y la luz de esos días,
y la luz de un día,
se te queda latiendo en la memoria,
en el cuerpo,
y eso tan sólo puede comprenderse
como un don,
pues el único mérito posible
ha sido abrir las manos
y el corazón
y recibirlo.
No eres más como antes
ni volverás a serlo.
Los jardines del tiempo,
surgiendo y marchitándose.
Los jardines del tiempo,
volándose del mundo
a la memoria:
cada paisaje y calle,
la mirada y la voz y las palabras
y la risa y el tacto y el perfume
y la luz
y los pasos,
las partidas.
Todo viaja en el viento hasta el lugar
donde una fecha escrita en una piedra blanca,
a un lado del camino circular de los días
te espera. Los recuerdos, cuando llegas,
están allí, casi intactos,
viviendo.
«Ama
de modo que la persona a la que amas
se sienta libre»,
dice Thich Nhat Hanh.
Que los caminos de la vida, al completar su círculo,
no nos hallen los mismos.
Desde incontables vidas venimos caminando,
y qué triste sería que al llegar a un aniversario,
nos hallemos dormidos aún, como una piedra,
incapaces los labios aún de decir
amor.
—Mario Zetino
Imagen de Pfüderi en Pixabay
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