Feliz cumpleaños, Francisco


Hoy es el cumpleaños de Francisco Gavidia: 29 de diciembre de ¿1863-1865? Su partida de nacimiento se perdió, y por lo tanto el año preciso es una incógnita. Lo que sí es seguro es que Gavidia es un gran escritor, el primer escritor profesional de El Salvador, y que es necesario recordarlo (y escribirle una biografía oficial, o publicar de nuevo alguna de las ya existentes) y hacer nuevas lecturas de su obra.

Para celebrar este aniversario quiero publicar aquí su traducción de «Stella», de Víctor Hugo. Esta traducción es, además de buenísima, muy importante, pues con ella Gavidia habría traído el verso alejandrino (14 sílabas, divididas en dos hemistiquios o periodos iguales de 7 sílabas cada uno) del francés al español. Este fue un aporte enorme que mostró una música nueva, y muchas nuevas posibilidades, en la poesía en español, como lo demuestran los poemas que compusieron con este verso Rubén Darío, Pablo Neruda, Claudia Lars, Ernestina de Champourcin, y cientos, si no miles, de poetas más, incluido, por supuesto, el propio Gavidia.

Tomo el texto del poema de «Análisis de la traducción de "Stella" de Víctor Hugo por Francisco Gavidia» de Maria del Mar Jiménez-Cervantes Arnao, y dejo aquí el enlace al artículo, que explica verso por verso cómo está construida la traducción de Gavidia.


STELLA
Víctor Hugo


Yo dormía una noche a la orilla del mar.
Sopló un helado viento que me hizo despertar.
Desperté. Vi la estrella de la mañana. Ardía
En el fondo del cielo, en la honda lejanía,
En la inmensa blancura suave y soñolienta.
Huía Aquilón, llevándose consigo la tormenta
Aquel astro en vellones el nublado cambiaba.
Era una claridad que vivía y pensaba.
Blanqueaba el escollo que hincha la onda al romperla.
Se creía ver un alma a través de una perla.
En vano es aún de noche pues la sombra declina
Y se alumbran los cielos con sonrisa divina.
Un vislumbre argentaba en el mástil la altura:
La nave era una sombra; la vela, una blancura.
Atentas, de las rocas desgajadas y rotas,
Gravemente veían el rastro las gaviotas,
Como una ave celeste, formada de una estrella.
Océano, semejante al pueblo, iba hacia ella,
Y rugiendo muy bajo, la miraba brillar,
Cual si tuviese miedo de ir a hacerla volar.
Un amor inefable lo infinito llenaba.
Débilmente a mis pies la yerba murmuraba.
Pláticas en los nidos. Luego una flor galana
Se despertó y me dijo: Esa estrella es mi hermana.
Y mientras que la sombra sus pliegues recogía,
Yo escuchaba una voz que del astro venía:
Soy el astro del alba que llega desde luego.
Soy la estrella que muere, que nace con más fuego.
Si se cree en la tumba, la tumba no me inquieta.
Brillé sobre el Sinaí; brillé sobre el Taiegeta.
Yo soy el pedernal de oro y fuego, que Dios
Arroja, cual si fuese una honda, veloz,
De la espantosa Noche sobre la oscura frente.
Cuando un mundo perece yo soy la Renaciente.
¡Oh Naciones! Yo soy la ardiente Poesía.
Yo ardí sobre Moisés, yo sobre el Dante ardía;
El león Océano muere por mí de amor.
Luego, pues; levantaos, Fe, Virtud y Valor.
¡Pensadores, Espíritus! ¡Tú, que en lo alto vigilas!
¡Oh párpados, abríos! ¡Alumbraos, pupilas!
¡Tierra, que se abra el surco! ¡que todo se desligue!
De  pie  los  que  dormías,  porque  aquel  que  me  sigue,
Porque aquel que me envía adelante, en verdad,
Es el gigante Luz, el ángel ¡Libertad!


Traducción de Francisco Gavidia (1882)


Imagen de: https://en.wikipedia.org/wiki/Francisco_Gavidia

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