Compartir la poesía en Boston
Del 2 al 7 de mayo
pasado, participé, invitado por la Universidad de Massachusetts en Boston y la
Organización Internacional Nueva Acrópolis, en la Semana de Escritores
Hispanoamericanos (Hispanic Writers Week, HWW), evento educativo y literario organizado
anualmente por dicha universidad.
La HWW desarrolla
talleres de escritura creativa durante una semana con estudiantes de origen
hispano en escuelas públicas de Boston. El proyecto tiene dos grandes objetivos:
enseñar a los estudiantes a utilizar la escritura como una herramienta para la
comunicación y para la resolución de conflictos, y ponerlos en contacto con su
cultura de origen.
Para impartir los
talleres se invita a escritores de diversos países de América Latina. Este año
participamos enseñando Daisy Novoa Vásquez, de Chile/Ecuador, Daly Sepúlveda,
de Puerto Rico, Rafael Toriz e Iván Uriel, ambos de México, y este servidor, de
El Salvador.
Yo fui
asignado a la East Boston High School. El barrio de East Boston, que queda frente al centro de Boston, con la bahía de Massachusetts por medio, es el hogar, allá fui a enterarme de esto, de una gran
comunidad de salvadoreños, tanto así que, para mi sorpresa, la mayoría de los
alumnos de esta escuela eran salvadoreños.
Mi idea primera idea
en un taller es desarrollar la apreciación literaria: que las personas, luego
de leer, escuchar y escribir en el taller, tengan una visión de la literatura
como algo comprensible, hermoso e importante en la vida común y corriente. Para
lograr esto con los estudiantes, mostré, y practicamos cada día, tres pasos o
recomendaciones básicas para leer poesía: 1. leer según el corte de verso, ya
que, como si fuera una partitura, la manera en la que está escrito el poema
contiene las indicaciones de cómo su autor quería que sonara y se dijera; 2.
usar la imaginación y los sentidos, para percibir la historia y las imágenes
del poema lo más vívidamente posible; y 3. primero sentir, después entender.
Sobre esto último, lo esencial con la poesía es lo que nos hace sentir, lo que
nos transmite y provoca. Las interpretaciones, análisis y cualquier otra
operación intelectual, según mi punto de vista, son opcionales, y deben, si se
quieren hacer, ser dejadas para después del momento de sentir.
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Escuchando leer (quien leía no salió en la foto). |
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Explicando a quien preguntaba. |
Así fue que cada día,
con dos grupos de alumnos, empezamos leyendo poemas de autores como Francisco
Luis Bernárdez, con su inigualable “Estar enamorado”, Pablo Neruda, Sandra
Cisneros, Sandra Aguilar, y otros, tanto clásicos como contemporáneos. Los
resultados de esta práctica se vieron al escuchar a los estudiantes haciendo
los cortes, por muy extraños que fueran, de forma muy fluida, al escucharlos
describir y detallar diversas imágenes explícitas o sugeridas, y al escuchar
comentarios como el de una alumna que dijo: “No entiendo del todo este verso,
pero este me dice algo”. Allí está el inicio de la lectura exitosa, es decir la
que se disfruta, de la poesía.
Y luego, en la parte
de escribir, trabajamos con ejercicios como la escritura automática, el poema
colectivo, el acróstico y, por supuesto, la escritura y corrección de poemas
propios. Aquí salían a la luz las historias de vida de los alumnos, y sus
perspectivas de extranjeros en un país que tratan de comprender y al cual
tratan de integrarse. Ellos contaban en sus poemas el día que se despidieron de
su familia, hablaban del extrañar, y también de sentirse extraños en una
realidad muchas veces adversa. Conversé con estudiantes de San Vicente, de
Metapán, de Apopa, que me decían que habían llegado hacía cuatro, seis, nueve
años. “No sabía yo podía escribir esto”, “No sabía que yo podía decir esto”
fueron de los comentarios de los alumnos acerca de sus textos al final del
taller.
Escogí cuatro poemas para
que fueran incluidos en la antología del evento, y sus autores los leyeron en
el acto de clausura. Uno de los alumnos era un muchacho de San Vicente, que
había escrito sobre la indecisión. Él era de los que no sabían que podían
escribir. Asistió al evento con su madre, y ambos se fueron emocionados.
Ocasiones así, lo digo por experiencia propia, son pequeñas confirmaciones de
nuestro potencial, de que somos capaces de hacer cosas buenas y valiosas.
Quisiera hablar de
muchas cosas más del evento y del viaje: las conversaciones que tuve con
voluntarios, organizadores y escritores; los escritores a quienes escuché leer;
los paisajes que vi; lo que pensé, las muchísimas cosas que pensé durante el
viaje y durante los días siguientes (y en realidad estos son aún los días
siguientes); mis impresiones. Espero hablar de algo de todo eso más adelante.
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Poniendo un tendedero poético junto a miembros de Nueva Acrópolis para invitar a la Noche Salvadoreña de la HWW. |
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Noche Salvadoreña: lectura en el consulado de El Salvador en Boston. |
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Nota de la poeta Daisy Novoa Vásquez sobre la Hispanic Writers Week, en El Planeta, periódico hispano de Boston. |
Mientras tanto, sé que
fue muy importante conversar durante una semana con estudiantes de
América Latina que también son inmigrantes. Conversar, compartir literatura, mostrarles posibilidades de
expresión, y sobre todo, escucharlos. Tras haber estado allí, me pregunto: ¿cómo
sería nuestra sociedad si el arte, el arte verdadero y profundo, ocupara un
lugar frecuente en la vida de más personas? ¿Cómo sería si más personas
supieran que pueden, y cómo pueden, decir lo que sienten y piensan, incluso si
es sólo para sí mismas, y tuvieran, al tener frente a sí las palabras de sus
pensamientos y sentimientos, más posibilidades (o también: que tuvieran posibilidades), de orientarse y
elegir cómo actuar en una situación dada? Me alegró, por medio de este evento,
ayudar a responder a estas preguntas de manera práctica. A seguir trabajando
para averiguarlo.
Más información de la
Hispanic Writers Week se puede encontrar en https://www.umb.edu/ilt/programs/hispanic_writers_week
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