Si no busco al amor


Foto de Alexander Tsang, en Unsplash

Si no busco al amor

   Yo sé un himno gigante y extraño…
   – Gustavo Adolfo Bécquer


Algo completamente nuevo
puede surgir en estos versos
si dejo a las palabras que ellas abran
las puertas del sonido.

Si antes de recorrer el campo blanco
con estos surcos de la tinta negros
toco por un instante, un sólo instante,
el tiempo donde nada tiene nombre,
el agua de silencio de la que surgen
nuestros rostros
y los rostros 
de las estrellas mismas.

Algo completamente nuevo
puede iniciar así. Algo como encontrar 
ahora aquí, entre la multitud, 
un rostro hermoso, humanamente hermoso,  
y abrir la flor del corazón por él.

Como ver sin fronteras a esos ojos
y decir sin palabras nuestra rosa.
Como hallar las palabras necesarias.
Como llegar al sí,
al rostro,
al beso.

Esto es algo completamente único 
en el universo.

Y esto puede surgir de nuestras voces,
esto puede ocurrir por nuestras manos
si el ritmo, si ese extraño himno gigante
es el que guía, si no somos nosotros 
los que cantan, sino que las palabras
son quienes nos pronuncian 
por entero
y nos devuelven a ser, una vez más, 
lo que al inicio de nosotros mismos:
música.

Algo completamente nuevo
puede ocurrir por esta voz que se me ha dado
si no busco al amor, sino que dejo
que él me encuentre, que él me cree nuevo
igual que el sol del amanecer crea a una rosa.

Que las palabras inicien el tiempo
si nos dejamos ocurrir en música.
Que las palabras inicien el tiempo
si no busco al amor, si sólo dejo...

– Mario Zetino
(En Los caballos dorados, Zeugma Editores, 2017)

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